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Las percepciones, el ambiente y la política pública

21 de julio de 2018
Desde hace unas décadas atrás, los estudios de percepciones han cobrado mucha vida y fuerza en el universo de las ciencias, sobre todo en las ciencias sociales. Sin embargo, el camino para aceptar e incorporar las percepciones como un medio para entender el mundo natural y los fenómenos sociales ha sido arduo; y, aún en nuestra época existen quienes no consideran a las percepciones como un determinante para el desarrollo de investigaciones, planes, estrategias o políticas públicas. 
Para entender como las percepciones se han abierto camino en el mundo científico, es necesario remontarnos al siglo XVIII, época en donde el pensamiento científico se debatía entre el empiricismo y el racionalismo, aunque podría decirse que este debate permanece en algunas esferas intelectuales de nuestras sociedades.
Mientras los racionalistas defendían que todo fenómeno del mundo se puede explicar por la razón y la lógica, los empiricistas internalizaban a la observación de los fenómenos como mecanismo para explicar dichos fenómenos. No fue sino hasta la aparición de Kant con su ‘crítica a la razón pura’ cuando se rompería la dicotomía racionalista-empiricista, para dar paso a una nueva forma de pensamiento. Para Kant, ningún evento podía explicarse únicamente por la razón y la lógica, declarando que ciertas observaciones del mundo eran necesarias para poder completar la explicación del evento, siendo nuestros sentidos los que nos dan la posibilidad de tal observación. Con ello planteaba un nuevo dilema a las sociedades sobre la existencia de dos planos existenciales. En uno de los planos, un objeto es lo que es en su realidad y su naturaleza (Ding an sich), mientras que en el otro plano el mismo objeto existe de manera en la que la que es percibido.
Si la división entre el empiricismo y racionalismo era ya compleja, la dualidad de Kant lo era más aún. Lo interesante en estos debates es que la percepción aparece como factor necesario para entender el mundo; y, con ello las esferas académicas y científicas debían abrirse a ese nuevo mundo de explicación de fenómenos.
En este nuevo mundo, Alexander von Humbold tiene un puesto privilegiado. Humbold era un empiricista de formación acostumbrado a medir todo en la naturaleza, su posición aristócrata le permitió acceder a los más diversos objetos de medición de flores, hojas, frutos, etc. Sin embargo, estaba altamente influenciado y fascinado por los pensamientos de Kant. Es con esta mezcla que brindó al mundo una nueva forma de entender los fenómenos de la naturaleza. Humbold, sería quien llevaría a la práctica el pensamiento kantiano, pues para él la combinación entre la observación del mundo natural y la razón lógica del observador era necesaria para dar una la explicación a los fenómenos de la naturaleza. Para Humbold, el mundo y sus fenómenos necesitaban ser percibidos a través de los sentidos.
Este pensamiento acompañaría a Humbold a Sudamérica, convirtiéndose así en el primer científico biógrafo en explicar la influencia de la temperatura, humedad, altitud o la latitud sobre la formación de las plantas y su diversidad.
Los aportes sobre el mundo natural que pesan sobre Humbold son enormes, pero lo que poco se ha mencionado es que esa misma agudeza de observación y sentimientos podría explicar no sólo los fenómenos de la naturaleza sino también los fenómenos de la sociedad. De hecho, este pensamiento que desarrollarán los grandes de la ciencia occidental, es algo muy cercano a la cosmovisión de los pueblos ancestrales de nuestra América que conectan el ‘shungo’ es decir el corazón con el ‘ñucto’ o cabeza, cuando quieren referirse al ambiente o pacha mama. Así lo declaraban grandes líderes de nuestra historia como Tránsito Amaguaña luchadora eterna de los derechos de los pueblos indígenas, la naturaleza y las mujeres.
Entender cómo las sociedades perciben los acontecimientos a su alrededor es tan importante como hacer mediciones y observaciones del mundo natural. Esto, tiene un peso aún mayor en las ciencias ambientales, en donde el diseño de estudio de investigaciones científicas se ha centrado en arrojar mediciones predictivas e inferenciales de probables acontecimientos. Con el aporte de las ciencias sociales, se ha podido achicar esa brecha y cada día se publican más artículos que sobresaltan la importancia de las percepciones que la gente tiene sobre su ambiente.
Cuando se quiere plantear estrategias de conservación se piensa en los animales y plantas que viven en un área determinada, pero muy poco se piensa en cómo la gente percibe esos planes de conservación o cuáles son sus expectativas de dicha conservación. De ahí la importancia del análisis de percepciones, pues la misma democracia se puede lograr internalizando aquello que a simple vista es descartable por su naturaleza subjetiva. La incorporación de las percepciones en la política pública, no sólo involucraría la voz de los pueblos, sino que lograría la aceptación de dichas políticas en la población.
Un país como el Ecuador, conocido por alta su biodiversidad y pluriculturalidad tiene el deber de incorporar lo que esa diversidad demanda. Esta es una tarea muy fuerte que se debe trabajar y que se ha convertido en nuestra pasión por la investigación y nuestra deuda social como académicos.